Días 1, 2 y 3: Madrid – Granada – Jaén – Algeciras – Ceuta – Xaouen

Días 1, 2 y 3
Etapas: Madrid – Granada – Jaén – Algeciras – Ceuta – Xaouen
Km.: 956
Alojamiento Xaouen: Hotel Ibiza

Día 1
13:30. Es viernes, acabo de salir del trabajo y… comienzan las vacaciones. En un par de horas me reuniré con RedSpider para comenzar nuestro viaje ¿Todo preparado? Bueno, veremos.
El día está soleado, aunque por el sur hay una borrasca que lleva varios días dejando muchas lluvias. Ponemos rumbo a Granada a hacer noche y así visitar a algunos amigos y ya de paso aprovechar la primera hora del sábado y ponerle a la moto de RedSpider su nuevo amortiguador. El viaje en autovía se hace un poco aburrido, pero al aproximarnos a Jaen, ya de noche, las nubes se vuelven protagonistas y nos hacen mantenernos alerta ¿nos lloverá?, bueno, parece que de esta nos libramos. Invitados por nuestro amigo Alquer, llegamos a su casa justo a la hora de cenar, así que rápidamente a dejar las cosas e irnos a cenar. Aparcamos nuestras motos en su cochera-taller y nos fuimos al centro de la ciudad en una K75, cortesía de nuestro amigo. Nos llevó al restaurante de otro amigo granaino, al que no vimos (éste se encontraba de viaje por Rusia, en moto, por supuesto). Después de la cena, un paseito nocturno por las calles del Albaicín, visita a una tetería y de vuelta a casa, a descansar. Cómo me gusta Granada, es una ciudad con un gran encanto.
Por cierto, hay que ver que bien olía la casa de Alquer cuando llegamos.

Día 2
El desayuno consistió en aquello que olía tan bien. Y no solo olía, sino que sabía riquísimo. Era un rico dulce casero, hecho por tita Marta, la mamá de Alquer. ¡Qué gran mujer!
Mientras unos se quedaron luchando con el amortiguador, yo aproveché el tiempo en hacer unas compras de algunos repuestos y herramientas para las motos. La tarea de montaje de la pieza llevó más tiempo del que se pensaba y entre que se hizo tarde y el cielo no acompañaba, decidimos esperar al día siguiente para emprender rumbo a Algeciras, así que nos fuimos a pasar la noche a mi pueblo, Cambil, en Jaen, no sin antes conocer algún nuevo restaurante de Granada. Guiados por nuestros amigos granainos, comimos en un restaurante de esos que nos gustan. Carne asada a la brasa. En este caso, solomillo de ciervo. Aunque estaba rico, no tenía el punto que a mi me gusta.
El camino a Cambil, lo hicimos con el cielo muy cubierto, lloviendo por algunas zonas por las que pasamos. Al llegar poco hicimos, encerrar las motos, saludar a mis tíos que viven al ladito de mi casa, una ducha calentita (quien sabe si tomaremos muchas de estas en Marruecos), cenita y a dormir.

Luchando con el amortiguador. Este es el taller de Alquer, como véis, a pesar de ser su cochera, no falta nunca una moto y gente por allí. Suele ser un punto de encuentro

Luna, a la que le encantó mi moto. Luna es la jefa del taller

Día 3
Ahora si, aunque el cielo no ha cambiado, cargamos las motos y en marcha. Tenemos suerte con la lluvia hasta Málaga. De ahí en adelante, la lluvia será intensa. Al llegar a Algeciras, suavizó un poco, pero el cielo estaba muy cubierto, así que mejor dejar el traje de lluvia a mano.
Sacar el pasaje es fácil en esta época en la que hay poco turismo. Cuesta decidir en qué ventanilla sacarlos, pero al final da igual, todas ejercen de agencia de viajes. Es el mismo precio en todas. Elegimos ir a Ceuta, por tener mejor horario. Con los pasajes en las manos, comienza a llover y se prevé fuerte temporal. Aun así, el barco zarpa. Y nosotros con él.
En el mismo puerto puedes cambiar moneda, un poco más cara, pero conviene llegar a Ceuta con algún Dirham. Y más si es un domingo, a las 16 de la tarde y no hay oficinas abiertas. Pero habrá que seguir leyendo para comprobar que el refrán de más vale prevenir…

El trayecto en ferry, 35 minutos, fue una auténtica montaña rusa. Debido al temporal, el barco se balanceaba de una forma que no había más que ver las caras de los pasajeros y los cajones de los armarios caerse en cada sacudida. Levantarse de la butaca se convertía en una tarea complicada, además, el mareo era inevitable. Temíamos por las motos, iban muy bien trincadas, pero los movimientos eran tan bruscos, que no era de extrañar que hubieran chocado contra algún otro vehículo o estuvieran por ahí tiradas. Al bajar a la bodega, nos sorprendimos de verlas ahí a las dos, en pie de guerra, demostrando su fortaleza.
Ya en tierra firme, sanos y salvos, montados en nuestras motos y bajo el fuerte temporal que nos había acompañado en todo el estrecho hasta aquí y que persistía, nos encaminamos a la frontera con Marruecos atravesando las inundaciones que se habían producido horas antes.

Así estaba Ceuta cuando llegamos, y esto es poco…

La frontera está a pocos kilómetros. Siguiendo mi consejo, o mejor dicho decisión, seguimos sin ninguna moneda marroquí, en ese momento pensaba que mejor encontrar una de las muchas casas de cambio que hay.
El trámite en la frontera es fácil y por esta época, se hace rápido. Empiezas a percibir detalles del país en el que estás a punto de adentrarte. Marroquíes que intentan ayudarte en los trámites a cambio de algún Dirham. Bueno, este es el comienzo.
Las lluvias han sido torrenciales y han provocado destrozos e inundaciones en las zonas próximas al mar. Carreteras derrumbadas, riadas, etc, lástima de la climatología que no nos permitió hacer fotos.
El primer pueblo marroquí pasada la frontera en Ceuta es Fnideq (Castillejos). Hay mucha gente por sus calles, la gran mayoría hombres. La tromba de agua aquí ha sido espectacular, causando varios muertos y destrozos importantes.

He localizado un video en youtube del mismo día que pasamos por ahí. Creo que os podéis hacer una idea de lo que cuento.

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En vista de este panorama, decidimos ir hacia Tetouan por autopista de peaje. Aquí ya empiezas a necesitar monedas del país, aunque siempre el euro te puede sacar del apuro, pero no hay que confiarse y tampoco compensa. Es nuestra primera autopista en Marruecos y hay una gran diferencia con las autopistas españolas. Aunque el firme no está mal, no hay normas y la gente cruza de cualquier manera.
No quedó más remedio que desviarse en Tetouan y buscar algún lugar donde cambiar moneda. Eran cerca de las 17 y pronto habría que buscar alojamiento. La policía es muy colaboradora, se esfuerzan por entenderte, y sino, seguro que hay alguien que te entiende. Son capaces de parar el tráfico, para que tu puedas dirigirte a tu camino.
No solo la policía es colaboradora, por la calle todo el mundo está dispuesto a ayudarte, aunque no lo necesites, claro está, a cambio de alguna moneda. Acompañados de un viandante, logramos encontrar una oficina de cambio. Esto nos hizo perder un tiempo muy valioso y andar dando vueltas por el centro de la ciudad con las motos en plena visita del rey. Lo mejor es cambiar dinero cuanto antes y salir de ahí echando leches.
Camino de Xaouen por carretera de doble sentido, empieza a anochecer. Es aquí cuando las carreteras se llenan de peatones, tanto andando como en bicicleta, y animales sueltos, además de coches sin luces. Hay que conducir sin distraernos en ningún momento.
En Xaouen, nos sale al encuentro un nuevo amigo, que nos indica varios hoteles baratos, pero nada limpios. Escogemos uno y dejamos las motos en un lugar que nos recomienda. Una especie de parcela cerrada. Se quedan sin techo, pero cuidadas.
Nuestro nuevo amigo, también nos enseña otras cosas típicas del pueblo y por las que hace que muchas personas extranjeras lo visiten.
Vueltecita por la medina y cena, un bocata de kefta (carne picada especiada). Los precios son muy inferiores a España.

Estamos a tres días para la finalización del ramadán y en el pueblo hay fiesta por ello. Además, los niños que han hecho su primer ramadán, lo celebran saliendo a las calles, vestidos con trajes de fiesta. Hay multitud de gente y tiendas abiertas hasta ya entrada la noche.
Aquí tenemos dos horas menos, así que eso que le vamos a ganar al día.
De vuelta al hotel, parada antes para probar algunos dulces típicos y un té.
El hotel no tiene lujos, por no tener, no tiene nada. Pero es muy barato.
Cuando nos fuimos a dormir, descubrimos que algo si tenía. Rondaban por el techo unas pequeñas cucarachitas, suficientemente grandes para que me costara bastante rato conciliar el sueño. Pero al final, el cansancio vence cualquier circunstancia.

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