Día 12: Marrakech – Essaouira

Día 12
Etapa: Marrakech – Essaouira
Km.: 239
Alojamiento: Hotel

Amanece en Marrakech…

Hoy es un día en los que sientes que la prisamata. Pero si queremos aprovechar para comprar tranquilamente, no podemos relajarnos mucho, que el tiempo no espera.

Pero tampoco hay que ir corriendo, que hoy el desayuno nos lo sirven en la terracita. Menudo cambio! que paz! La multitud que había cuando llegamos y cuando salimos a cenar ha desaparecido, de momento. Todo está en «stand by».

Y esta más…

Aquellos que disfruten y les encanten los mercadillos, no pueden perderse el Zoco de Marrakech, dónde lo mejor es perderse por su laberinto de callejuelas repletitas de puestos y tenderetes con todo tipo de artículos, como ropa, especias, calzado, comida, artesanía y productos típicos. Aquí es dónde los marroquíes hacen sus compras y dónde los tenderos hacen, o por lo menos lo intentan, su «agosto» con los turistas.

Y como no, si en la mayoría de los sitios se regatea, aquí es lo más. Digamos que es la cuna del regateo. En muchas guías te recomiendan que lo normal es regatear por el artículo y no pagar más de un tercio del precio inicial, pero bueno, todo depende de la destreza del regateador, de lo que te interese el artículo, del tiempo que quieras perder, porque ellos se lo toman con muuuucha calma y lo más normal será que mientras estás negociando el precio, te ofrezcan un té.

De todos los tipos de puestos y tenderetes, me quedo con los de las especias. No solo por el olor que desprenden, también por la sensación de ver esas montañas de especias que te incitan a enterrar tu mano en ellas, por la variedad de colores, por las cosas raras que encuentras en estos puestos, etc.

Nosotros estuvimos más de una hora en uno de ellos. Y como dije, con té y charlita en medio. Hasta nos dejó jugar con sus mascotas, que por cierto, las tenía a la venta, jeje.

Pero si algo se respira en este Zoco, es animación y un intenso colorido.

Y después de perdernos un rato por el Zoco, lástima, yo me hubiera perdido más, llega la hora de recoger. Hoy descansaremos en la ciudad del viento, Essaouira.

Y aquí, en el mismo lugar dónde la conocimos, nos despedimos.

La carretera hacia Essaouira, no está muy mal. Es llana y casi recta. Sin pérdida llegarás a la costa.

Aunque Marrakech vive prácticamente del turismo, también lo hace de la agricultura. Durante el trayecto pasas por distintos campos de cultivo, para después dar paso a los bosques de Argán, que se extienden hasta Agadir. Este árbol, también conocido como el árbol de la vida, crece únicamente en esta región y pocos lo conocen. Lo más preciado de su fruto, es el aceite que se obtiene de forma artesanal de las semillas, bien tostándolas o sin tostar, depende de cual sea su uso final, aunque se aprovecha todo lo que produce. Las cooperativas de mujeres, son las que se encargan de todo el proceso, desde la recolección, hasta su comercialización, pero también el objetivo principal de éstas dedicadas mujeres es salvar y proteger el bosque de argán, el cual fue declarado por la UNESCO reserva de la biosfera hace poco más de una década, aunque desafortunadamente, cada año se van perdiendo partes de estos bosques. Dicho aceite tiene multitud de beneficios, desde curativos hasta culinarios, pero principalmente, para tratamientos de la piel. Digamos que es una joyita, esperemos que no desaparezca, sino todo lo contrario, que salven esta especie única.

Yo no conocía ni estos preciados árboles, ni su preciado aceite. De todo ésto nos enteramos más tarde, cuando por casualidades de la vida, volvimos a reencontrarnos en la carretera con Alí (si si, el que conocimos en Merzouga que viajaba con un grupo de europeos). Él fue quien nos contó la existencia de estos bosques.

Todo ocurrió cuando al rato de dejar Marrakech, cada uno dentro de su casco y sus pensamientos, conduciendo tranquílamente, de repente nos empieza a pitar un coche y después nos adelanta. Era Alí, con los dos suizos y dos chicas que se habían unido al viaje con ellos hasta Essaouira. Nosotros a ellos tal vez no los hubiéramos reconocido, pero ellos a nosotros si, porque claro, la verdad es que no pasamos muy desapercibidos y menos allí.

Qué alegría sentimos todos ante tal reencuentro, cuando pensábamos que ya no volveríamos a vernos. Desde que partimos en Merzouga, cada uno tiró hacia un destino. Pero ahí estábamos todos ahora, en la misma dirección.

Después de los saludos y de ponernos un poco al día, marchamos todos hacia nuestro destino. Alí conoce todo Marruecos muy bien y Essaouira en particular, así que íbamos con el mejor de los guías que podíamos habernos encontrado.

Tras coronar una colina, aparece a la vista la Perla del Atlántico, y al fondo, la Isla de Mogador, en la que actualmente no vive nadie y está prohibida la entrada a la misma, por ser reserva natural. Los únicos habitantes son una especie de aves en peligro de extinción.

Al llegar a Essaouira lo primero es buscar alojamiento. Los suizos se alojarán con él, así que nos lleva a un piso a las chicas y a nosotros de gente que él conoce. Las chicas se quedan en él, a nosotros no nos ha convencido y además, está lejos del centro. No pasa nada, conoce más sitios. Nos lleva a un hotelito dentro de la medina, sin ningún lujo, pero estamos en la misma medina. Las motos se quedarán en un garage, muy cerquita del hotel, aunque el paseo cargados con los trastos no nos lo quita nadie, y eso que cogimos de las motos solo lo necesario.

Una vez resuelto el tema del alojamiento, nos propone ir a ver la puesta de sol desde un lugar privilegiado y especial, Sidi Kaouki. Este pequeño pueblecito costero es paraiso de los surfistas y amantes del kite. El surf, uno de los motivos por los que los suizos querían volver a Essaouira, porque ya habían estado días antes cuando el finlandés aún les acompañaba. Les chifla el surf.

Así que mientras nosotros esperábamos el momento de la puesta de sol, los suizos sin perder tiempo, ya se habían hecho con una tabla de surf y estaban dándole al tema.

Los últimos colores del día, el lugar, el momento… fue perfecto.

De vuelta al hotel acompañados por nuestros amigos, nos preparamos para salir a cenar. Hemos quedado con Alí y los suizos en lo que nos de tiempo a ducharnos y ponernos más cómodos.

Essaouira vive principalmente de la pesca. A quien le guste el pescado y el marisco de lo más fresco, en este lugar encontrará un paraíso. Los precios, increiblemente bajos. Alí nos enseña la mejor forma y la más barata de disfrutar un buen pez. Nos lleva al mercado y elegimos lo que queremos comer (el pescador nos dice que la pieza que hemos elegido puede que haya sido pescada no hace más de dos horas, increible). Después nos lleva a comprar unos tomates y un pan. Y con todo eso, nos lleva por callejuelas hasta llegar a un chiringuito de un conocido. Aquí nos cocinarán y prepararán todo lo que hemos comprado. El precio por cocinarlo, puedo decir que es simbólico. Así que cenamos como los reyes. No es el lugar más turístico, pero desde luego el mejor para introducirte en su cultura y entre las gentes de esta ciudad.

No se ve muy bien la foto de la «pescadería», pero creo que os podéis hacer una idea.

Aquí nuestro jefe de cocina…

Esperando las viandas…

Qué bien se lo pasa…

A por ello que se enfría…

A los suizos no les va mucho el pescado, así que Alí se los llevó a comer unas hamburguesas. Después nos reunimos de nuevo y nos llevó a un típico bar marroquí a tomar unas cervezas. Típico, porque no es un lugar de turistas, marroquí, porque solo estaban ellos. La única chica, yo. Lo mejor es no mirarles e intentar pasar lo más desapercibida posible, porque además de que la mayoría estaban borrachos, pues bueno, nos están acostumbrados a que una mujer, aunque sea turista, irrumpa en ciertos lugares como este. Me sentí mejor porque íbamos con Alí. Desde que estoy en Marruecos, he visto a musulmanes comer jamón y beber alcohol.

Essaouira no es un lugar para nada peligroso y hay mucha policía secreta, pero al pasear por la medina de madrugada, hay que estar alerta. Y eso fue lo que nos pasó, íbamos caminando hacia el hotel y planificando lo que haríamos mañana, cuando un tío empezó a incordiarnos, en especial a RedSpider, que acabó por decirle si tenía algún problema. Al final, Alí intervino, llamó a la policía secreta y la cosa terminó bien. La policía lo pilló por molestar a turistas, nosotros, y que posiblemente pasaría unos días bajo rejas.

Y hasta aquí el día de hoy. Mañana pasaremos todo el día aquí y ya veremos pasado qué hacemos. De momento, nos está gustando mucho este lugar.

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