Día 4: Xaouen

Día 4
Etapa: Xaouen
Km.: 0
Alojamiento: Hotel Ibiza

La noche ha sido algo ruidosa. El hotel está en la esquina de una calle de mucho tráfico. Al lado hay un bar que cierra tarde. Por no decir que sobre las 6-7 de la mañana un altavoz cantaba las oraciones del rezo, finalizando con el ruido de una sirena. Empieza a amanecer.

Hemos decidido pasar el día aquí. Ayer quedamos con nuestro «amigo» marroquí en llevarnos a dar una vuelta por las montañas.

Antes de nada, comprobar qué tal han dormido nuestras motos…

Las calles de la medina están llenas de puestos de todo tipo. En algunos puestos puedes encontrar una especie de cal de distintos colores. Estos polvos son los que usan las mujeres para pintar las fachadas de sus casas. Como se ve, el más usado es el azul. DavidRC, esto es tal y como lo contaste.

Visto esto, fuimos al encuentro de nuestro «amigo». Acabamos metidos en una furgoneta pequeña y vieja, marca Suzuki, camino de las famosas montañas del Rif. Era una situación un poco extraña, ahí estábamos nosotros, con unas personas que no conocíamos de nada, en un país desconocido, en un vehículo que nosotros no controlábamos y dónde en unos minutos nos llevaría a un lugar plagado de plantas cuya plantación teóricamente está prohibida. Bueno, ya no hay vuelta atrás y es mejor pensar que no hay ningún problema. Aún así, el estómago está un poquito raro.

Sobre el terreno de una finca, tienen repartidas multitud de plantas de esas. Nos enseñan y nos cuentan cosas acerca de la forma de cultivarse, recolectarse, las formas que hay de trabajarla y cómo sacarle el máximo partido. Aquello seguía pareciendo un poco extraño, nos enseñan el lugar, nos dejan hacer fotos, no se, si ellos confían en nosotros, ¿porqué nosotros no en ellos?

La verdad, este momento, forma parte de la historia de Marruecos. Hay que ver qué bien se les da eso del tambor a los marroquíes…

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Tras estar un rato allí con ellos y con el cuidador de la finca, toca volver. Quien sabe si la próxima vez que vayamos por allí, nos alojamos en el Albergue Amsterdam, que así es como les gustaría llamarlo si algún día se cumplen sus sueños.

Se portaron bastante bien con nosotros, pero duró hasta que llegamos a la puerta del hotel, dónde aún dentro del coche, nos dicen que por todo lo que nos han ofrecido, consideran que 500 Dh sería un precio razonable por abrirnos las puertas de parte de sus vidas. Como detalle el precio incluía lo que obtuvieron de las famosas plantas durante la demostración. Me quedé helada, aunque confié, me imaginaba que algo nos pedirían, pero no me esperaba que tanto y me sentí impotente ante tal estafa. Tras deliberar entre RedSpider y yo, llegamos a la conclusión de que visitar su finca, había merecido la pena, así que, tendríamos que poner nuestro precio. Aceptaron, después de un rato de discusión, los 200 Dr que les ofrecimos y que esa era nuestra mejor oferta. Estando allí, también piensas que los extraños somos nosotros, así que intentar quedar lo mejor posible. Con malas caras, al menos por mi parte, nos despedimos de ellos.

Dimos una vuelta por la medina y por las calles de Xaouen, buscando un lugar dónde comer, pero nada nos agradaba, aún nos quedaba un poco de mal rollo. Vimos un restaurante que nos pareció bien, pero preferimos dejarlo para cenar. Reservamos una mesa y encargamos nuestro cous cous. Acabamos comiendo unos pasteles con un té. Y acabamos echándonos una siesta, y recuperar las horas no dormidas de la pasada noche.

No nos equivocamos al elegir este restaurante. No era nada turístico, por lo que la mayoría de los clientes, eran gentes del pueblo. El dueño, muy hospitalario y servicial, nos dio de cenar nuestra primera comida marroquí. Empezamos con una típica sopa marroquí, después cous cous y un plato de kefta. Y aunque solo llevamos un día, el té ya nos resulta tan habitual como el café.

Había hambre ehhh…

Los mercadillos se vuelven nocturnos y las calles están llenas de gente, y es que en el mes del ramadán, cuando el sol se pone, los marroquíes se reúnen entre amigos y salen a pasear. Mientras que en Europa te costaría cenar a las diez de la noche, aquí no.

Nuestro día acaba aquí, en el hotel, preparándonos para dormir y de nuevo, no estamos solos.

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