Día 7: Midelt – Erfoud

Día 7
Etapa: Midelt – Erfoud
Km.: 282
Alojamiento: Camping Tifina

Dormir dentro de una haima, no ha sido tan malo. Pensé que me costaría dormir, pero lo mejor es dejarse llevar por la situación y disfrutar del momento. Aunque admito que en algún instante se me pasó por la cabeza montar la tienda dentro de la haima y olvidarme de los bichitos, pero lo conseguí, está amaneciendo. Bueno, también porque no me dejaron hacerlo. Al abrir los ojos, descubro que somos tres, un lindo gatito duerme plácidamente a nuestros pies, es lo que tiene no tener puertas.

A ver si encontráis al gatito…

Mientras nos estiramos y desperezamos, el rugido de un boxer abandona el camping, y si la de RedSpider no es, solo hay otra. Pues si que ha madrugado nuestro recién conocido. Estamos calentitos dentro del saco para salir a despedirle, pero desde aquí, le deseamos que le vaya bien. Nosotros vamos a recoger y a desayunar. Para hoy tenemos como comienzo intentar llegar a Imilchil atravesando el famoso Cirque de Jaffar. Cómo mola el nombre, solo lo del circo ya nos da una pista de lo que puede ser, pero bueno, hay que intentarlo. Esta ruta atraviesa todo el Parque Nacional del Alto Atlas y según hemos oído, es impresionante, por la altitud, por las vistas, por la dificultad…

El día está soleado, pero desde ayer ya nos llevan avisando de una amenaza de tormenta, el caso es que luce el sol y no hay nubes, sin embargo, vuelven a advertirnos de la posibilidad de que llueva intensamente.

Tras aprovisionarnos de agua y gasolina en Midelt , toca informarnos de dónde tomar el inicio de la pista y del estado de la misma tras las recientes lluvias. Por un lado nos aconsejan no hacerla, aunque el gasolinero nos indica que hay una posibilidad por una pista que teóricamente está en mejor estado, pero que Imilchil está impracticable y muy peligroso (en qué quedamos). Teóricamente dice?? Yo en el mapa solo veo una pista. David la noche anterior nos contó su experiencia, y más o menos sabíamos lo que nos encontraríamos, pero aún así, al ir dos, decidimos buscarla, y una vez allí, decidir.

En Marruecos aprenderás a tomar tus propias decisiones y es que en menos de un minuto te puedes encontrar con el que te dice que es fácil, el camino está muy bien, no hay pérdida, y por el contrario, con el que te lo pone todo muy chungo. Total, que al final, acabas haciendo lo que tu instinto te dicta.

La búsqueda de la pista, te regala imágenes como éstas de Midelt…

Hemos decidido tirar y a la mínima situación de riesgo que nos pueda poner en un aprieto, dar media vuelta. Uno tiene que saber retirarse a tiempo y en esta ruta puede ser complicado conseguir ayuda.

Nos adentramos en la pista dispuestos a sortear las pruebas para convertirnos en unos buenos circenses. Yo me pido ser equilibrista. RedSpider, domador de leones.

El paisaje ya empieza a ser espectacular, sobrecogedor. Tras unos cuantos kilómetros en ruta, dudamos un par de veces en un cruce. En uno de ellos debemos dar la vuelta, pues hay que cruzar por un sitio bastante complicado. Creíamos que estábamos solos? Parados intentando orientarnos, nos sale al encuentro uno niño, quien nos indica el camino correcto, pero no sin antes invitarnos a conocer a su familia nómada, a cuya haima hay que llegar por el paso anterior en el que decidimos dar la vuelta. Nos costó hacerle entender que la visita no era posible. No quiere nada, no nos pide nada más, lo que más ilusión le hace es llevar visitantes extranjeros y ofrecernos lo poco que puedan tener. A cambio, un poco de compañía por nuestra parte. De nuevo, sobrecogedor. Continuamos sin poder dejar de mirar por el retrovisor a este joven, generoso y hospitalario niño nómada. Sin poder dejar de pensar en esta etnia y cultura que a pesar de su humilde modo de vida y escasos recursos, son conocidos por su amabilidad y hospitalidad.

En ocasiones la pista se pone algo difícil, pero nada que no podamos superar. Tras recorrer unos 25 km. y atravesar dos charcos, en el tercero, dónde pasamos alguna complicación, la amenaza de una gran tormenta nos hace recapacitar y tirar la toalla. Ante todo, hay que ser conscientes de la situación y no arriesgar, no merece la pena y la cosa pinta muy mal. Hay que valorar y tener en cuenta que nos quedan muchos kilómetros por delante y la pista se prevé cada vez más exigente. Por mi parte, siento esa satisfacción de haber estado durante un rato con todos los sentidos puestos «on», a pesar de estar haciendo «off».

Volvemos a Midelt y tomamos rumbo a Erfoud pasando por Rich y Er-Rachidia. Emprendemos rumbo al sur, rumbo al desierto, a los palmerales, a los dromedarios, a los escarabajos. Qué bien que hicimos cambiar el plan, porque de camino a Rich nos llovió un poco y podíamos ver cómo dejábamos atrás esa gran tormenta establecida en las altas montañas del Cirque de Jaffar.

Entrada a Rich…

Atravesamos pueblos, montañas, nubes amenazantes, pero en el horizonte, el cielo brillaba azul. Allá que vamos. Una parada técnica, para por ejemplo, quitarnos el traje de agua, significa que en pocos minutos estaremos rodeados por niños que aparecen de todas partes. Sus caras se llenan de sonrisas con solo unos pocos caramelos.

Dejamos atrás Rich y continuamos hacia Er-Rachidia atravesando una zona de cañones impresionante, que nos transportaban a alguna escena de Lawrence de Arabia. Atravesamos el famoso Túnel del Legionario, denominado así en recuerdo de quien sabe qué suceso, relacionado con la Legión Extranjera Francesa y que da paso a las gargantas del río Ziz. Es el paso del norte al sur. A medida que nos alejamos del Atlas, el cielo se vuelve más azul y la temperatura es más cálida. Y nosotros sin comer y algo agotados por el día de hoy. Pero parar para comer, significa perder tiempo si queremos llegar a Erfoud, aquí anochece pronto y hay que planificarse.

Llegamos a Er-Rachidia, una ciudad relativamente moderna y llena comercios, así como Midelt era una ciudad idónea dónde partir hacia el Alto Atlas, esta ciudad es estratégica para poner camino hacia las dunas del desierto marroquí de Erg Chebbi.

Parados en un semáforo, nos saluda desde su coche un marroquí que por nuestras matrículas, nos identifica como españoles. Y es que él vive y trabaja en Valencia y ahora se encuentra de vacaciones en su casa con su peculiar familia.

Después de unas charlas, se empeña en invitarnos a su casa para tomar un té, comer algo y descansar un poco. Aunque nos retrasará, aceptamos. Puede ser interesante.

Estuvimos viendo fotos, escuchando música, tomando té y pastas, conociendo a su familia. Total, pasamos un buen rato. Son bereberes y les encanta tener gente en su casa, lo que viene siendo, hospitalarios al máximo. Su madre me quiere como nuera y tenerme allí viviendo, a lo que yo accedo, pero una vez me jubile. Su hermano, venido de Bélgica, fue todo un showman y nos regaló algunos cd de música africana, después de echarse unos bailecitos.

Inolvidable e inmortalizado momento.

Casi echada la tarde, nos ponemos en marcha, aunque tuvimos que rechazar la invitación de quedarnos allí a dormir, el cous cous del día siguiente y alguna que otra proposición más.

A medida que nos acercamos a Erfoud, el paisaje y las gentes son diferentes al norte. Mujeres bereberes envueltas en sus túnicas negras. La primera imagen del oasis del ziz es algo que difícilmente se puede olvidar. Una extensión de palmeras que llega más allá de lo que alcanza la vista. La de dátiles que tiene que haber en todo ese palmeral.

Se dice que las palmeras tienen los pies en el agua y la cabeza en el fuego y son el mejor cultivo porque dan sombra a otros cultivos.

Llegamos a Erfoud con cierta oscuridad. Toca buscar alojamiento. Decidimos salir de la ciudad en dirección a Merzouga, y a pocos kilómetros, encontramos un camping-kasbah abierto. Pues no se hable más. Resultó ser un acierto.

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Tuvimos que montar la tienda a oscuras, y es que parece ser que a la estrellas de por aquí, les molesta la luz. No vamos a ser nosotros quien rompa su paz. Ya nos apañaremos. Estábamos solos en el camping, bueno, con el recepcionista y un amigo de éste. Charlamos un buen rato con ellos. Mohamed, el simpático recepcionista bereber, nos recomienda no ir a Merzouga por pista desde Erfoud, ya que al igual que por Imilchil, está bastante complicado para las motos con motivo de las lluvias de hace tres días. Según nos dice Mohamed, hacía tres años que no llovía en el desierto. Espero que las lluvias no hayan disuelto las dunas.

Esta noche echaremos mano de las provisiones y nos haremos un bocata de jamón. Lo mejor para terminar este hermoso día. Lo peor, nos acribillaron los mosquitos.

Los ojos de los grandes viajeros tienen que descansar, que mañana será otro gran día.

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